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Me quedo con la sensación de que este documental da para muuucho tiempo de reflexión y cambio.
En cualquier caso, me siento interpelada por este tema. Llevo un tiempo metida en esta dinámica de dar espacio al “no hacer nada”, no como objetivo para conseguir nada (me pareció muy buen apunte, Eugenia!!) sino por necesidad, también por el placer de disfrutar de ello. Y tiene todo el sentido que parte de los bloqueos creativos vengan de esa falta de espacio-tiempo para detenerme. Porque es una forma de conectar con lo que está pasándome.
Algunos conceptos como la visión de la inactividad como pausas del trabajo, me han encantado porque eso explica para mí la subordinación que tiene al rendimiento activo. Y por tanto, este es el que tiene más relevancia. Por tanto, será difícil que me dé permiso para estar inactiva y contemolativa, será algo prescindible y relegable. Al final, es negarme una parte muy importante de mí…
Cuento una anécdota y termino: el jueves estaba en el aeropuerto de Valencia, regresando a Cantabria. Y en vez de caer en la tentación de enfrascarme en mi móvil (cosa que muchas personas hacían alrededor y por eso me di cuenta), me senté en el suelo a esperar que abrieran el embarque. Durante 15 o 20 minutos estuve observando a las personas que pasaban, jugando a averiguar si volvían a casa como yo o si salían de viaje, cómo parecían sentirse, qué hacían…. Y ahí entré en contacto con lo que me pasaba a mí, la tristeza por dejar a mi hija convaleciente y por despedirme de ella hasta Navidad… claro, llegó el llanto. Pero qué hubiera pasado si hubiese seguido con mi nudo en la garganta bloqueándolo, enfrascada en distracciones varias?
En fin, que es duro a veces la contemplación porque nos mantiene enchufados a lo bueno… y también al dolor. Y quizá escapar de eso sea uno de los factores para que tenga tanto tirón eata locura eficaz de mundo en el que vivimos.